«Al igual que España, Chile tiene universidades de segunda división»
El año 1900, Enrique Mac-Iver se hacía una pregunta fundamental ante un desarrollo chileno aparentemente exitoso que pronto revelaría graves carencias: “¿Progresamos?”. Esa pregunta vuelve a ser válida hoy: ¿Podemos seguir progresando? Ello dependerá de la calidad de nuestro capital humano.
La expansión de la educación universitaria en las últimas décadas despertó esperanzas al respecto. Sin embargo, las revueltas estudiantiles han puesto de manifiesto dos problemas importantes de aquella expansión: a) la necesidad de condicionar las subvenciones de formación a la calidad de la oferta entregada así como a un mayor control y transparencia de la gestión; y b) que la proliferación de universidades no ha elevado la calidad de la formación superior.
Por ello es que la dramática situación de muchos padres que han sido avales de los créditos de estudios de sus hijos se vuelve tan injustificada: no ha habido transparencia suficiente en la gestión y ha faltado una relación aceptable entre la calidad de la educación ofertada y su precio. Eso se debe, esencialmente, al bajísimo nivel comparativo de las universidades chilenas que, dada la importancia del capital humano en la sostenibilidad del desarrollo económico es la carencia más notable del desarrollo como país.
Esta situación queda plenamente reflejada, tomándo sólo un ejemplo, en el informe de QS World University Rankings 2010/2011, donde ninguna universidad chilena está dentro de las 200 mejores. La Universidad de Chile, ocupa el puesto 367, con 31,54 puntos de un máximo de 100. En el lugar 530 aparece la Universidad de Santiago, con 19,42 puntos. La Universidad Adolfo Ibáñez no supera los 12,44 puntos y la Santa María obtiene 9,36 puntos, lo que las ubica por debajo del puesto 600 del ranking. Otras universidades chilenas ni siquiera logra niveles para participar en este ranking mundial.
Así, Chile sigue “engordando” gracias a sus recursos naturales y su espíritu emprendedor, pero no progresa de una manera realmente sostenible, es decir en la competitividad de su calidad humano y esto no se resolverá con la gratuidad en la educación ni estatizándolo todo.
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