Uno de los grandes problemas de España es la sensación que tienen los ciudadanos de que la corrupción política apenas si tiene consecuencias. El escándalo de las ‘tarjetas negras’ (uso fraudulento de dinero del Estado) donde estarían implicados militantes y consejeros de todos los partidos, ha traído consigo apenas algunas dimisiones y no se habla de la exigencia de la devolución de los dineros, sino de posibles acciones disciplinarias por el uso fraudulento de las tarjetas. Tal vez resulte oportuno aprender del ejemplo que se da en otros países de Europa y del mundo. En especial tomaré el caso de Suecia, que nunca podría haber ocurrido en España.
La protagonista es la ex viceprimera ministra sueca Mona Sahlin. Mona que protagonizó buena parte de la vida política sueca de los años 90, llegó a culmen de su carrera en 1994, cuando fue nombrada viceprimera ministra y principal aspirante a sustituir a Ingvar Carlsson, primer ministro y líder del Partido Socialdemócrata sueco. Sus esperanzas se vieron truncadas un año más tarde, cuando decidió presentarse tras un escandaloso caso de corrupción. Su error, como el de muchos políticos españoles, fue utilizar su Riksdag credit card (la tarjeta de crédito que poseen los altos cargos políticos suecos) para compras personales.
¿Y qué es lo que compró? Mona Shalin cayó en la tentación de comprar con esta tarjeta dos barras de chocolate Toblerone y un vestido dilapidando nada menos que 35, 12 euros de las arcas del país escandinavo. El escándalo pasó a conocerse como “l’affair Toblerone”. El pueblo sueco indignado se levantó contra la entonces viceprimera ministra y a los pocos días Mona presentó su dimisión y años más tarde, escribió un libro en el que ofrecía sus disculpas y su versión de lo sucedido. En 2007 fue elegida presidente del Partido Socialdemócrata de Suecia.
…Y por supuesto, tuvo que devolver el dinero gastado el cual no le pertenecía. Su peor castigo fue el desprecio del pueblo sueco quienes jamás han estado dispuestos a mantener a los políticos para que lleven una vida de lujos y menos permitirles que abusen del dinero que ellos aportan.